miércoles, 23 de febrero de 2011

Antropofango.


Hundo los pies en la tierra, 
la boca me sabe a hierro, 
el tímpano sin tiempo se convierte en polvo, 
el aire se acopla entre los huesos,
otros fractales crecen 
devorando el efímero impulso autosemejante que me sostuvo aquí.

Nace mi muerte, curvando en fuga lo recto, 
lo que veo ya no existe, se disolvió hace eones un etéreo perfecto...
y el viento sopló el vidrio de mi pensamiento, que estalló de incontinencia, desgarrando mi hechura.
en esencia intacta ante el fluir,
en verdad disuelta al roce.

Y eviscerarme fue placentero, no podría ofrecer nada más sincero 
que una cabeza hundida por el peso del universo cóncavo
que un cerebro ahogado en su crecimiento caótico.
que unos ojos ciegos por la luz.
que una nariz que solo huele el húmedo azul.
que una boca carcomida por la piedra esculpida.
que un cuello doblado por la incertidumbre.
que unos hombros desalineados por la asimetria.
que unos pulmones ennegrecidos por las palabras que se queman atascadas en la garganta.
que un corazón podrido que bombea vómito en arythmós.
que un hígado consumido por la bilis negra que tiñe el presente, impregna el pasado y capilariza el futuro.
que un estómago encogido por el miedo.
que unas manos que se deshacen como arena entre los dedos.
que unos pies enfermos, cansados de caminar la caída.


Amable taxidermia de las palabras que descuartizan el agua.



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